La leyenda de Nathan Mayer Rothschild, (uno de los patriarcas de la familia Rothschild), cuenta falsamente según wikipedia, la siguiente historia:
Nathan Rothschild, el hijo de Mayer que vivía en Londres, realizó una jugada maestra. Durante la batalla de Waterloo lo inversores especulaban sobre quién sería el vencedor ya que las acciones del país que ganara subirían imparablemente. Hay que recordar que en aquella época no existía ni Internet ni teléfono.
Al día siguiente de terminar la batalla, Nathan Rothschild se dirigió a la bolsa de Londres. Todo el mundo allí le observaba, pues era sabido por todos que los Rothschild poseian el mejor sistema de información y serían los primeros en saber el resultado de la contienda. Nathan ordenó a sus operadores que vendieran todas las acciones inglesas. La gente se volvió loca, se daba por supuesto que Inglaterra había perdido y todos empezaron a vender. Pero cuando las acciones inglesas no eran más que papel mojado, Nathan hizo una señal y sus operadores cambiaron de táctica y compraron como poseídos todo lo que fuera inglés. En mitad del caos que gobernaba el parqué llegaron los primeros buques de bélgica: Inglaterra había ganado la guerra por lo que sus acciones se habían revalorizado considerablemente.
La conocida burbuja de los Tulipanes holandeses en el siglo XVII:
La boyante situación económica en Holanda, derivada de su gran actividad comercial, hizo el resto; y a principios del siglo XVII, los bulbos de tulipán se convirtieron en piezas de coleccionista.»
En la década de 1630, el panorama se volvió enloquecido, con un mercado de los tulipanes cada vez más activo. Los precios ascendían sin parar, alcanzando cifras desorbitadas; en 1635 se llegaron a pagar 100.000 florines por 40 bulbos, y por un bulbo de la preciada especie Semper Augustus, se podían pedir 5.500 florines.
En esta situación, generalizada en todo el país, se generó la ilusión de que siempre se ganaba en el mercado del tulipán. Independientemente de a qué precio se comprara, alguien siempre estaría dispuesto a pagar más. Gentes de todas las clases se lanzaron a comprar bulbos de tulipán, deshaciéndose de sus bienes más básicos, con la esperanza de revenderlos obteniendo un beneficio. Un marinero desconocedor de los tulipanes fue encarcelado tras comerse por error un bulbo.
Sin embargo, en algún momento a principios de 1637, algunos de los especuladores detectaron signos de agotamiento del mercado (por vez primera no se vendió una colección exclusivísima de tulipanes), y decidieron que era buen momento de vender y salir del mismo con sus ganancias. Esta actitud se contagió rápidamente y el pánico se apoderó del país. Quienes tenían bulbos en esos momentos, adquiridos a precio de oro, se encontraron sin compradores. La situación no era mejor para los que habían comprado mediante un contrato de futuros: se veían obligados a comprar a un precio que ya no era el de mercado.
La situación era tal que el gobierno holandés trato de mediar, estableciendo unas normas que consideraban nulos los contratos realizados a partir de noviembre de 1636, y que establecían que los contratos de futuros debían ser satisfechos con un 10% de la cantidad establecida inicialmente. Sin embargo, estas medidas no dejaron contento a nadie: los compradores se veían obligados a pagar por algo que ya no tenía valor, y los vendedores tenían que vender a un precio menor que el acordado.
La explosión de la burbuja dejó, como siempre ocurre, vencedores y vencidos. Vencieron aquellos que se salieron justo antes de la explosión, acumulando grandes beneficios. Perdieron quienes habían liquidado su patrimonio para especular con bulbos y al final se quedaron con tulipanes y sin casa. Y perdió el país, que durante años se vió sumido en una importante depresión económica.
El Timo de la Estampita (verión española de 1910)
El timo de la estampita es una estafa tradicional, en la cual la víctima es abordada por un estafador con supuestas escasas facultades mentales (el tonto). El tonto lleva consigo un sobre lleno de billetes, a los que no da ninguna importancia, tratándolos como estampitas. Entonces entra en escena un segundo timador (el listo), que convence a la víctima para que juntos engañen al tonto ofreciéndole una pequeña cantidad de dinero por sus estampitas. Después de entregar el dinero, la víctima recibe el sobre, pero cuando lo abre, en lugar de encontrarse los billetes, encuentra recortes de papel, ya que han hecho el cambiazo de forma imperceptible para la víctima (requiere de una cierta habilidad). Para ese momento, los estafadores ya están demasiado lejos, y la víctima ha perdido su dinero. Fue creado por el español Julián Delgado alrededor de 1910
Formas distintas, pero el fondo es el mismo … ¿no os parece?